Círculo vicioso

—¡Que lindo sueño tuve!
—¿Qué soñaste?
—Que estábamos juntos
—¿Y luego?
—Corríamos, alegres, tomándonos las manos
—¿Y cómo se sintió?
—Tenías tan fría la piel
—Lo siento
—No importa, ¿qué importa?, ¡que lindo sueño!
—¿Y qué más?
—Lindo, hermoso, bello, deslumbrante...
—Me refiero a lo que siguió
—Nos besamos
—¡Qué cosas dices!
—Cosas imposibles
—¿Y cómo se sintió?
—Tenías el aliento tan caliente
—Lo siento
—No importa, ¿qué importa?, ¡que lindo sueño!
—¿Y qué más?
—Entonces tú me diste la espalda y yo te abracé, besé tu cuello y me preguntaste que cómo dormí la noche anterior
—Eso acaba de pasar
—Lo sé
—¿Y qué más?
—Ahora viene la parte del beso
—¿No fue eso antes?
—Lo fue después si estoy retrocediendo el tiempo
—O repitiéndolo 
—Bésame
—¿Y qué más?
—Continuemos hablando, no quiero despertar nunca más
—¿Cómo dormiste anoche?
—¡Que lindo sueño tuve! 
—Entonces, ¿por qué estás llorando?