jueves, 25 de diciembre de 2014

Cuando el Grinch salvó la navidad

Los niños estaban enojados. Tristes de ver sus pinitos flacos, pero amorosos en colores, yacer vacíos mientras en la tele mostraban al viejo pascuero sentado en los malls que estaban lejos de sus casas, a esos que cuando entraban, los guardias los seguían bien de cerca. Aburridos de ver en las noticias a esos avariciosos que, sin conformarse con el milagro navideño, iban a comprar más regalos a meiggs para sus hijos gordos de papas duquesas y carne mechada diciembrera. Estaban hartos.

Se juntaron en una orilla de Santiago y escalaron los cerros, a esas casas grandes y blancas a las que el viejito pascuero sí iba. Se escondieron en la oscuridad y seguridad de la alta clase y esperaron; cuando se asomó la roja guata por la ventana, lo atraparon y lo metieron en una bolsa de basura. Dejaron que muriera de hambre y de pena, se hicieron más fuertes, salvaron la navidad.

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