En este sillón, mugriento, la gata tuvo siete gatitos y la perra ocho. Acá vomitamos todos al menos una vez. En este sillón, mugriento, lloré mientras leía el final de esos libros y esos mangas; aquí se me dieron vuelta incontables vasos de bebidas y se derritieron helados de eternos veranos insoladores. En el sillón más viejo y asqueroso de la casa, mugriento y abandonado a la tiranía de nuestros cuerpos transpirados, me hice pichí dos veces de pura risa. En este sillón, mugriento, tuve que dormir anoche porque había visitas en esta casa a la que nunca vienen
y tuve los mejores sueños.
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