sábado, 13 de septiembre de 2014

Espiritualidad

Estaba lloviendo y mi paraguas era un asco, así que decidí cerrarlo y enfrentarme a la lluvia falsa de Santiago (es cuestión de pespectiva), que muchas veces deja al paraguas en calidad de etiqueda modal en el primer lugar de la lista conceptual que se titula: Para qué utilizar un paraguas. Como sea, lo más molesto era mantener los ojos abiertos y esquivar los espejos de agua que se formaban en el suelo; la solución fue mirar hacia abajo, siempre hacia abajo, y saludar a las personas del pasado que habían dejado sus huellas frescas  allí, en el ripio del parque hecho agua. 
Fue entonces cuando lo noté: unas pisadas que se dirigían en mi dirección, dispuestas a enfrentarse a mí. Me di vuelta para descubrir su destino mas (¡pánico!) desaparecían.
Y luego el horror: las suelas de los zapatos tatuados en el barro eran idénticas a las mías.