sábado, 13 de septiembre de 2014

El caleuche


Un buque que navega por la calles de Santiago de Chile. Constuído por brujos decadentas, en las noches oscuras va profusamente iluminado, encabezando una carabana festiva. Produce una neblina oscura que contamina el aire y vuelve desesperanzada la luz del día.
Si casualmente, una persona que no sea un brujo se acerca, el transantiago pasa de largo o se vuelve invisible.
Sus tripulantes se transforman en ganado listo para faenar. Relatan que los que suben tienen que hacer como que les falta una pierna para sentarse y que la otra la tienen que doblar por la espalda y que, por lo tanto, tienen que andar dando saltos y brincos. Todos se convierten en idiotas y desmemoriados, para que olviden el ajetreo al que son sometidos una vez que se bajan.
Al transantiago no hay que criticarlo, porque si te escuchan, te castiga la próxima vez que te subes: volviéndote la boca torcida, girándote la cabeza hacia la espalda o matándote de repente, por arte de las alzas y la desaceleración económica. El que quiera decir algo y no sufrir, debe evitar ser entrevistado o encuestado respecto al tema.
Este buque navega por todas las calles de La Región Metropolitana y cuando una persona sube a él, la lleva a visitar las poblaciones al fondo de la ciudad o los palacios que brotan como espinillas en la precordillera.
Las almas de todos los que mueren atropellados son recogidas y liquidadas por el transantiago, para evitar que concreten su venganza; tiene también la capacidad de sobrecalentarse, chocar en lugares inoportunos y de desaparecer cuando se le necesita.
Cuando el transantiago necesita reparar su casco o sus máquinas, escoge de preferencia autodestruirse con todos los que vayan adentro.

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el caleuche [x]

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