sábado, 12 de julio de 2014

Hipótesis febriles

Máscara guerrera del pueblo Axoxuca (México)
Todo era culpa de su familia católica, estaba seguro, le habían creado hábitos raros y atado a maldiciones que venían del otro lado del mar, desde hace miles de años antes que naciera. De todas maneras se sentía algo culpable y sucio, allí en cama, en su departamento para una persona en la capital; sus padres habían muerto hace ya mucho tiempo y no confiaba en nadie lo suficiente para que fuera a tenderle una mano en medio de la fiebre que lo tenía paralizado hace dos semanas, ¡dos semanas!.
Debió haber ido al doctor durante los primeros días, cuando todavía podía levantarse a hacerse un emparedado. Además, tal vez debido a que la alta tempratura de su cuerpo había terminado por fundir su cerebro, un pensamiento lo estaba atormentando desde la noche anterior: quizás todos esos rituales cristianos que no había realizado desde que había dejado la casa de sus padres estaban acumulándose  en su alma tratando de prodrirla. Su alma que había sido vendida a un dios cruel con mandamientos sin importancia, aparentemente inofensivos, hasta que tratabas de quitártelo de encima para salvar tu pobre alma encadenada. Y ahora que se había saltado las misas de los últimos treinta años y hasta se había olvidado del día en que caía su  santo, moriría lentamente sin si quiera probar algo de misericordia, sin ser su culpa que sus padres hubieran decidido bautizarlo por si acaso. 
Cuando su cuerpo quedara vacío, el dios padre le daría permiso a uno de sus angelitos para que bajara hecho espíritu a posesionar su cuerpo hasta que a este último se le acabara la batería a base de comida rápida todos los días al almuerzo y la once. Se alegraba de ser diabético, se lo merecían los malditos cabrones. 
Pero claro, todo esto es una hipótesis, el pensamiento de un moribundo que no tiene con quién llorar su partida de la tierra.

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