sábado, 12 de julio de 2014

Abrazo

La estufa a gas no calentaba nada en el gran Santiago de Chile, mucho menos allí en La Florida, donde se podía respirar la nieve de la cordillera a las once de la noche. Lo que más le emputecía era que los cuicos de arriba, probablemente, podrían disfrutar del hielo bajándoles por la garganta y correr a su casita con calefacción a toda potencia cuando se aburrieran.
Como sea, el punto es que estaban muertas de frío, pero su abuela encedió unos velones frente a la foto del esposo fallecido.

Y de un momento a otro estaban transpirando de calor.

¿Qué hay con eso?

—Tu abuelito nos debe estar cuidando—Dice entusiasmada la viuda, como si los muertos se preocuparan de los vivos porque sí no más, cuando es bien sabido que todas las cosas tienen un motivo 
y un precio.

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