pero tuvo una amiga gata, prácticamente se había criado con ella: la seguía a los respaldos de los sillones y a las panderetas hasta que la gravedad y la naturaleza le jugaba una mala pasada. Le rugía a todos los pololos que se asomaban, bulliciosos y erizados; la esperaba al lado de la puerta de la cocina y se le movía la cola involuntariamente cuando regresaba a casa, aun si era demasiado tarde.
Pero un día no volvió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario