martes, 8 de julio de 2014

Detesta los gatos

pero tuvo una amiga gata, prácticamente se había criado con ella: la seguía a los respaldos de los sillones y a las panderetas hasta que la gravedad y la naturaleza le jugaba una mala pasada. Le rugía a todos los pololos que se asomaban, bulliciosos y erizados; la esperaba al lado de la puerta de la cocina y se le movía la cola involuntariamente cuando regresaba a casa, aun si era demasiado tarde.

Pero un día no volvió.

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