miércoles, 14 de mayo de 2014

Limbo

Un grito estremeció el vagón.
—¿Escuchaste?
—Es solo la bocina.
Solo a bocina, miro por la ventana y apenas hay paisaje, nos movemos muy rápido y los asientos son incómodos; al frente las niñas lloran, va gente de pie, no hay ventilación, está perfecto para pensar. Al otro lado del vidrio una mano, ¿al otro lado del vidrio una mano?
—Mira
—Es solo la bocina
No me hará caso, golpeo la ventana, muevo mis dedos, los estiro y los contraigo pero no es mi reflejo. Afuera hay una mano. Otra mano.
—Es solo la bocina
pero yo no he preguntado nada esta vez, oigo golpes: al otro lado, la mano azota el vidrio, frenética. Observo más allá, ¿qué hay al otro lado?
Decido olvidarlo, concentrarme en el libro.
A veces la verdad duele.

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