hay cosas que van quedando accesorias a la vida,
por ejemplo,
la dedicación a huir de las oraciones.
Solo importa el ave maría
a veces
cuando extraño a mi madre,
porque de vez en cuando, lo único que tengo en la vida es una madre
y eso me angustia
porque hay días en los que no quiero tener nada,
pero siempre está ahí mi madre:
en mis cejas,
en la curva redondeada de mi nariz.
(y la tarea continua de evitar el olvido de esas canciones de iglesia
que ya no tienen más significado que un
espanto permanente)
en el baño de mi casa todavía está la tapa de mentolato con la cual me encrespaba las pestañas
y tengo bien cortas las pestañas
¿y ese monolito de san sebastián que construyeron en la puerta de mi hogar?
¿de ese antiguo hogar?
supongo, que al final no es cosa de vivir
sino de familiarizar
y lo demás queda en nunca y en nada
a excepción de los buenos amigos
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