A la gente le encanta repetir argumentos de mierda, como que soy un asco y que voy contra la naturaleza/creación de dios, que no podía ser una mujer porque nací como un hombre y ya. Eso me lo dijeron mis padres una y otra vez, pero ya no importa, ya me he acostumbrado supongo; ¿no es "el hombre es una animal de costumbres" otro dicho que la gente tiene bien metido en el culo?. Es gracioso porque mis padres eran los que más decían cosas bonitas, esas oraciones que te obligan a descubrir la esperanza y los sueños: "puedes ser lo que tú quieras", "solo debes esforzarte y trabajar duro"... y estudiar y dar vuelta tu pene que tanto odias y cortarte los testículos; o ese era mi caso, solo digo. Insisto en que nada de esto tiene importancia, ahora soy una mujer. Mejor aún: soy una mujer y hoy seré nombrada presidenta de este país de mierda donde muere la gente como yo, donde discriminan a la gente como yo. No saben nada los imbéciles, ahora mismito me voy a subir al estrado y les voy soltar la verdad, no se lo imaginan; capaz que me echen sin pensarlo, yo que llegué acá siendo tan de derecha buah, tan de cunita de oro. Igual no quiero ser presidenta, aunque un par de leyes que ayude a que nos traten como personas tampoco estaría mal; sin embargo, sus asuntos eran más trascendentes y a la vez, personales.
Dios existía, y eso le molestaba más que cualquier pene que hubiera tenido alguna vez en su vida, a penas notó su existencia, fue a hablar con el doctor para que procedieran con el tratamiento. Detestaba su prescencia en el universo porque hacía que todos esas palabras de mierda que le gritaban en la calle tenían algo, que no era la verdad, pero sí una justificación.
—La verdad, mis amigos, es que han elegido a un transexual como presidente—cerró los ojos un momento, esperando abucheos y palabrotas, pero solo recibió aclamos y aplausos que casi le destrozaron los tímpanos.—Por cierto, dios es cruel—y más aplausos y más gritos de apoyo y ella derramó unas cuantas lágrimas de felicidad.
En ese momento, la tierra tembló y sonaron las nubes en un quejido estremecedor; se abrió el cielo y de él bajaron aladas criaturas y tras ellas otros seres que, engrillados, manejaban una especie de carroza cuyos materiales no parecía ser otra cosa que algodón y luz. Una mano se asomó por una especie de apertura y una voz retumbó en la cabeza de todos, una voz o más bien un eco, pedía expresamente que termináramos tanta paganería y que me entregaran para darme mi castigo. Alguien preguntó que qué se creía y él dijo que era dios.
Y entonces, en vez de arrodillarse y temer, la gente entró en un temible estado de furia: le arrojaron y gritaron todo lo que pudieron, lo maldijeron, trataron de escupirle aunque la saliva se les devolviera en la cara.
Y así murieron los dioses.
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*la imagen le pertenece a Remedios Varo

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