Si me siento débil
golpeo una rosa del camino
y si no se desmiembra
me consumo en rabia y en sangre de la espina rencorosa;
le pongo nombre a las heridas
y las lamo con lágrimas ardientes.
Si vuelvo a ver la rosa
le pediré disculpas
y si la encuentro muerta
le haré una tumba de tierra y agua salada.
Si la han cortado
fingiré que me he equivocado
y si se está marchitando
me la llevaré a casa.
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