viernes, 2 de agosto de 2013

Fantasía.



El día que tanto esperó, la misión para la que se preparó toda la vida estaba allí, esperando para ser cumplida; a unos cuantos pasos anchos, tras la hilera de fotógrafos y medios, tras la extensión plana de cemento ablandándose por el calor del verano, sobre la enorme plataforma coquetamente montada. Para ella y otros doce tripulantes, hoy iba a convertirse en el mejor día de sus vidas, pues es el momento en el que pasarán a la historia mientras los periódicos imprimen sus nombres y las cámaras graban su ascenso a la gloria.

Ella tiene un nombre, pero eso no importa. Tiene 32 años, pero tampoco eso es relevante; lo que realmente la define se alza frente ella en ese instante, porque ya ha llegado a su destino: el cohete es imponente y sin embargo, sigue teniendo tanta similitud con los juguetes de su hermano que no puede evitar una sonrisita que el resto de la futura tripulación parece confundir con nerviosismo, porque la abrazan y dan ánimo. Imbéciles.

Es entonces cuando se les acerca un hombre con una cálida mueca de bienvenida, los invita a subir a la plataforma para comenzar con la odiasea. Todos están ansiosos, pero frente a la postura formal y estática del mayor, intentan quedarse tan quietos como este para no dejar una mala impresión. El ascensor los acerca al cielo, pero nada los llevaría más lejos que ese cohete, estacionado plácidamente, con él atravesarían las nubes y el espacio hasta Marte; allí serían los primeros seres humanos en vivir por más de un año, y para eso el planeta ha sido preparado para ellos: diversas maquinarias han sido enviadas hasta allá para sembrar y almacenar agua potable, entre otras cosas como construir y asegurar un perímero  atendiendo a los ciclos climáticos .

Se detuvieron frente a una minúscula compuerta en la parte media de lo que parecía ser un gigantesco tubo metálico, esta se abrió y, como niños pequeños, corrieron a la entrada  para tratar de ser el primero en entrar a la cabina. El hombre que los había guiado entró tras ellos, sin decir ni una palabra, sin dejar desaparecer su sonrisa.

—¿Esto es una broma?—La mujer de la tripulación fue la primera en hablar.

—Para nada—Le respondio la única persona que se mantenía calma en la pequeña habitación, ahora cerrada. Habitación que no tenía ningún parecido a las cabinas en las que se habían entrenado, es más: ni si quiera había asientos, era simplemente un compartimiento de cuatro paredes sin nada más que el color blanco agarrándose con fuerza a las paredes desnudas, tratando de protegerse de las miradas de incredulidad que le dirigían las personas allí adentro.

 —¿Qué significa esto?—Preguntó otro.

—Que no irán a ninguna misión—Volvió a responder el pelinegro, dió un par de palmadas en el aire  y en seguida aparecieron  dos mujeres del mismo lugar por el que habían entrado—Ustedes tomarán su dinero—Apuntó a las figuras tras él y estas abrieron las maletas que llevaban a los costados, la cantidad de billetes verdes era tal, que se derramaron varios fajos por el suelo.—Y luego irán a casa silenciosamente. Saldrán por donde vinieron mientras esta chatarra echa humo y toda esa parafernalia que ustedes conocen.—Luego de finalizar su discurso, dio una pequeña reverencia y se propuso salir del lugar, pero unos cuantos pares de brazos fuertes le impidieron seguir avanzando—¿Caballeros, señorita?—Preguntó él—¿No es suficiente dinero?.

—No se trata del dinero, quiero que nos explique por qué estuvimos entrenando todos estos años, y por qué nos hizo semejante....¡desfile de la vergüenza allá afuera si ni si quiera íbamos a despegar!—María, ahora sí importa su nombre, porque le arrebataron lo que ella creía ser: su identidad, sus esperanzas, espectativas e ilusiones del futuro, y mientras gritaba y le salían lágrimas de frutración, hallaba un poco de sí misma en cada palabra.

—Por favor, señorita, guarde su compostura—La reprendió el aludido, mostrándose ofendido y aplicando una llave retórica para quitarse a todos sus oponentes de encima—No se haga la víctima y acepte los jodidos billetes, no es usted la primera ni la última. No se lo tome personal.

—¿Han hecho esto antes?—Preguntó uno desde el suelo.

—Claro.

—...¿desde cuándo?

—Siempre.

—Entonces....

—Oh, vamos, ¿creían ustedes que de verdad el hombre pisó la luna?—Le tocó a él interrogarlos y se hechó a reír cuando vió sus caras de sorpresa—Ingenuos, ¡no, por su puesto que no!—No podía parar de reír—Ya, háganme creer que tienen algo de sentido común, tomen el dinero y vayánse—Se limpiaba la comisura de los ojos y las pequeñas lágrimas que salían de ellos.

—No...es decir, ¿qué hay de las misiones?, ¿y de esas imágenes del espacio?—Mientras los demás parecían haber sido golpeados por un auto, María no resignaba aún a creer sus palabras.

—Galaxias, nebulosas, todo eso no es más que un simple juego computacional, querida—El hombre había empezado a perder la paciencia—Un poco de color a las neuronas y tienes variadas imágenes del espacio.

—¿Y qué hay de...?

—Oh, por el amor a dios, cállate. Todo es mentira, ¿está bien?—Habló, harto de ese grupo de idiotas—Todo, no tenemos ni puta idea cómo es el espacio o si hay un planeta llamado Marte, ¡es ficción!—Moduló lentamente, como si estuviera hablándole un niño.

Ella se sentía destrozada—¿Por qué?—Fue todo lo que pudo pronunciar y sentir; duda, miedo, un temblor violento que paró cuando uno de sus compañeros la abrazó.

—Todo era un montaje cinematográfico, ya sabes, un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad—Dijo con sorna—No quisieron decirle a la gente que era una puesta en escena para ver sus reacciones, ¿quién diría que se tragarían todo lo que esa cajita les decía?—Otra carcajada—Y luego al gobierno le dio pena romper los corazones de esa pobre chusma—Les dio una mirada grave a todos una vez que pudo detener la vibración de su inexistente panza.—¿Satisfechos?, ¿tomarán el dinero y se irán de una vez.

Uno de los presentes se acercó para tomar su parte, pero entonces, alguien volvió a hablar. Pudo ser María, pero otra vez su nombre deja de importar, fue alguien, un ser humano, eso importa.—¡No!—Gritó. Y su gritó estremeció los cimientos del cohete—¡Nos negamos a participar en esta terrible acción, nosotros nos entrenamos para mostrarle a la gente lo que hay más allá, no para encerrarlos en una esfera de fantasías!—El hombre que se había adelantado, volvió entonces con su grupo, mostrándo resuelto a apoyar al nuevo vocero, a las voces.

A.C.D, ese era su nombre, miró a esa pandilla de patéticos animales y se dio el lujo de volver a reír—¿Tanto quieren ir al cielo?, pues bien—Salió de la cabina, tomando de la cintura a ambas modelos de portada. Cerró la puerta y comenzó a caminar, alejándose de allí mientras hacía una señal al aire.

—¿Qué les pasará?—Preguntó la rubia, viendo asustada como el cohete comenzaba a despegar.

—Pues, seguramente morirán cuando esa cosa se derrita allá arriba—Dijo él restándole importancia—Y si se salvan de una incineración barata e instantánea, no sobrevivirán a la caida.

—Eso es muy cruel.

—Yo les di todas las opciones, primor—Argumentó él con fingido pésame—No comprendo qué tiene la gente contra esta bella fantasía que han creado mis abuelos—Suspiró—La gente  está cambiando.—Murmura con tristeza.

—Sí—Habla ahora la morena—Este es el segundo grupo que terminará frito allá arriba.

—Es que estas personas....¡no comprenden lo horrible que es el mundo real!.

La trinidad siguió alejándose mientras, sobre sus cabezas, el cohete se desintegraba en una nube ácida.

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 en la imagen usted puede apreciar un conjunto de neuronas.

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