Entonces cunde el pánico. El núcleo familiar rompe en llanto y en palabras que nunca fueron dichas, a veces se le suman más personas: amigos, conocidos. En caso de ser muy grave y violento el gran punto final, se agrega también la familia mediática; te esperan en la puerta como el anuncio de la prolongación del dolor, de la inutilidad de las pastillas para dormir. El recuerdo del morbo y de las indecentes entretenciones que el hombre ha desarrollado para sí, para ti, ¡cuánto disfrutabas ese sin escrúpulo en la danza constante de cadáveres carreteros!, pero ya, que te ha tocado a ti y no te aguantas el asco y las arcadas por la humanidad en general.
Y de pronto, todo se baña en la muerte; la ves por todas partes, te asustas, corres, tratas de huir a rastras del destino, hasta que te estrellas contra la pared y el golpe en la cabeza te convence de que ella siempre estuvo allí, la muerte que vigila tus pasos como una madre amorosa, esperando a atraparte una vez que caigas, a darte un beso en las heridas, dispuesta a recibirte entre sus brazos cuando estés triste, a prestarte un oído, una mano esquelética del inframundo a cambio de eyacular tu alma con la pena del vacío, solo tienes que llamarla, buscarla en el rincón más profundo de tu alma.
Dos, tres, cinco. ¿Cuántos han muerto esta noche?,¿importa realmente?
Dos, tres, cinco, veinte, cien.
Te fascina exagerar las cosas.
Ves el féretro abierto, y van desfilando frente al cuerpo sin pudor. No es tu padre ni tu hermano ni tu madre ni tu abuela ni tu tío ni tu tía ni tu perro ni tu vecino ni un querido personaje de la tele ni tu lápiz preferido ni una uña mal pintada ni un pedazo de piel muerta ni el chófer de las mañanas ni tu primer celular ni un pensamiento cursi sobre tú y yo juntos por siempre amor flores y rosas. No, solo viste mucha gente a la salida de la catedral y se te ocurrió mirar. No tienes nada que hacer ahí, pero estás llorando.
Que bella manera de suicidarte es esa de llorar. Lanzando de tu cuerpo, poco a poco, trozos de ti. Morirás el día en que te quedes seco.
Es por eso que la muerte es contagiosa, porque el miedo lo es.
Y puedes darme cátedra de lo que quieras, pero eso de que no le temes a la muerte, no te lo creo.
Mira a tu alrededor, a quién le toca.
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La imagen es de Kathe Kollwitz y se llama Call of Death y me encanta
Q.E.P.D mi tío abuelo 'Tito', a quien no conocí pero cuya muerte no me da otra cosa que muy mala espina.

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