Los ancianos se pelean los puestos que dan al sol en la micro con el propósito de que otros ancianos no quieran, ni se les ocurra, sentarse junto a ellos gracias a los cuarenta maravillosos grados celcius que se tragan en el aire. Los ancianos tienen los más curiosos pasatiempos.
Mientras, una mujer ya adulta, se mira en el espejo de un baño público al otro lado de la ciudad, ve detenidamente el rostro joven que le devuelve una expresión irritada, triste y luego unas lágrimas que quiere ir a secar: no le gusta nada de lo que ve ahí. La adolescente termina de lavarse las manos con rabia, tratando de no mirar al frente y se aparta con hastío del reflejo, se baja las mangas de la blusa para que no le noten las cicatrices callosas, da dos pasos, se sube las mangas otra vez y con tristeza, la niña se besa sus propias heridas: se consuela y se arrulla, trata de recordar ese viejo cuento de hadas de los lunes por la noche, pero no puede recordarlo, ¡no pudo!, y jamás se ha sentido más desolada, en ese baño, en uno de los rincones anónimos de la ciudad que se proyecta en su cerebro, impidiéndole hacer memoria, quitándole el derecho a pensar en nada, por último. No sabe por qué está ahí, por qué tiene las manos mojadas, por qué esa diosa aguerrida le regala una reprimenda desde el otro lado de la ventana, porque, es una ventana, ¿verdad?. Confundida, la bebé gatea hasta los interruptores, decidiendo enfocar su atención en unos curiosos orificios de allá abajo, hay también unos feos dibujos que le dan la sensación de ser sacros, pero más atención le llaman los orificios; lleva sus manos húmedas allí, aunque sus dedos no sean un cable macho, aunque ella aún no decide su sexo ni ha sido planeada en el accidente, tal vez nunca nazca, porque sus padres son un par de ancianos que se evitan en el transporte público.
No, ¿cómo es posible nacer en una ciudad así?
Y si nunca nació, tal vez no está muriendo, ni siendo asesinada, ni suicidándose.
Tal vez ellos no debieron encerrarla-a ella, a él, a esa cosa que nunca ha existido-en el baño mientras le gritaban a través de las puertas.
Putaputaputaputaputa
Infierno grande.
No, ella nunca nació, porque no se puede nacer en un lugar así.
Ella nunca nació ni nada nacerá ya dentro de ella, porque no nació.
Habrá otros que decidirán nunca haber nacido también. O tampoco.
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