Nos buscamos como perros, tratando de encontrar la huella del otro entre miles, sin habernos visto ni una sola vez, confiando solo en la intuición de los olores que nos llaman a gritos en las esquinas por donde solemos pasear.
Nos buscamos como perros, esperando pacientes la hora en que nos toca rastrearnos el uno al otro, aún si pasamos por los mismos lugares una y otra vez, nos emocionamos cuando encontramos un nuevo aroma y luego gemimos cuando no es una pista para hallarnos gracias a una bella casualidad. Sabemos que existimos en alguna parte de ese mundo que pisamos tan alegres, lo pisamos alegres porque sabemos que allí estamos: para el otro en eterna espera, es tan agradable la búsqueda para nosotros los perros.
Aun si tienes amo, aun si yo también y vagamos por las calles amarrados, dependiendo del paso de otro que no sabe de nosotros ni de otros, aun así caminaremos cuando nos corresponda para darle un significado a los pasos de otro perro. Nos escaparemos un par de veces, cuando creamos que ya no podemos aguantar y luego miraremos el cielo y nos sentiremos más seguros.
Volveremos a casa con la cola entre las piernas, pidiendo perdón con la lengua afuera.
Nos buscamos como perros, sin buscarnos realmente, esperando que la fortuna nos una de alguna manera, mirando esperanzados el frente, oliendo resignados el suelo, teniendo ganas de conocer el olor de las nubes.
Nos buscamos como perros, creyendo en el destino sin tenerlo, gritando un idioma desconocido, esperando la respuesta de alguien desde la oscuridad de la noche, creyendo tener las respuestas, fingiendo serenidad, desesperándonos a veces, comiendo césped para subirnos el ánimo, aullándole a la luna sin poder llorar.
Nos buscamos como perros, enfermos del amor que no conocemos.
Nos buscamos como perros, sin haberle preguntado a los amigos caninos que opinan de esta burda comparación.
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