jueves, 14 de febrero de 2013

Primer amor


Habíamos sido novios o algo así ¿Hay alguna edad o un manual para aquello? Tal vez me hago famoso si escribo uno, pero ah, no lo hago bien. Soy una burla escribiendo, las letras se escapan y juegan a las escondidas cuando oyen mis pasos, se cambian de lugar en el abecedario o mutan para que se escuchen feo y causen vómitos. De verdad creí que eso cambiaría al usar la computadora, pero la verdad, cruel, es que ahora son las teclas las que se ríen de mis escritos, del vocabulario que ocupo, las faltas de ortografía que preferiría no contar como un defecto sino como una cotidianidad y de mi afán por confundir tiempos verbales ¡A la mierda los tiempos verbales!

Aclarado totalmente el punto que no podré escribir ningún manual del tipo amoroso, por el fracaso con las letras y las mujeres, procedo libre de culpa a describirla. A la que fue como mi novia. Su nombre empezaba con doble “b” de tipo bilabial  y aproximante y a veces se transformaba en una triple “v” dependiendo de su humor, habíamos sido amigos porque nos íbamos todos los días en la misma micro, algunas veces nos sentábamos casi al frente del otro y una vez le di mi asiento y ella sostuvo mi mochila entre sus manos morenas. Nuestras mamás copuchaban por arriba de la reja y desde chico yo la miraba entre los barrotes con ganas de hablarle, pero ella siempre tuvo ojos solo para Ken y recién gocé de una oportunidad cuando ella llegó a mi colegio y yo tenía un pie fuera de él, esperando el fin de año para escapar de las monjas y sus misas obligatorias en donde me atragantaba con la ostia.

La reconocí entre la multitud escolar a mitad del semestre, le dije “Hola” y no permití que se me escapara, la seguí para todos lados con el miedo martilleándome las sienes, que se iba a aburrir, que me iba a sacar la chucha, que demás que un día se escapaba de la casa y nunca más volvía por miedo a que le hiciera algo. Sin embargo, ella nunca hizo tal cosa, es más, sus labios morados jamás pronunciaron una palabra negra contra mí, solo sonrisas y siempre dijo que eran por ellas que yo le gustaba.

La amistad forzada se convirtió en tierna relación, en la cual poco me atrevía a hacer por miedo. Casi al finalizar el año, yo ya me sabía en otro colegio para el próximo y ella estaba angustiada por eso, pero su amor me sorprendió con la guardia baja, a pesar que yo insistía en castos entrecruzamientos de manos y brazos ella se lanzaba a mí con todo el fogón de su alma, me chupaba toda la energía que podía y me exigía que la tocara por todas partes sin recato en público y sin freno moral en privado. Fue tanta la tortura que terminamos antes del mes y por teléfono. Me alegré de no volver a verla, la ciudad era grande y la gente cambiante, ahora tomábamos diferentes micros y cuando escuchaba su paso decidido por la acera, procuraba no acercarme o simplemente hacerme invisible.

Sin embargo, nunca la olvidé, busqué en cada mujer con la que estuve esa  calidez desesperante, esa rapidez de prostituta: ninguna se le comparó. Pero me revienta, me saca de quicio que ella no me recuerde, ¿cómo es posible que se de el lujo de olvidarse del pobre niño que corrompió? Ella era mayor que yo por dos años,  repetidos en kínder por morder a sus compañeros, prácticamente era pedofilia. Ahora yo estoy transpirando mientras ella está a mi lado, muda, en el bus, escuchado horrenda música que a veces se le escapa de sus audífonos de tono fluor. Está más delgada, la piel casi adherida a sus huesos puntiagudos, si me acercara más podría ver su naturaleza ígnea, hasta puedo oler el hollín en su perfume, arrugo la nariz y saco un libro cualquiera para disimular mis miradas.

Ella está en su mundo musical moviendo las piernas y soltando pequeñas frases sin significado de las canciones que van entrando a sus oídos, yo voy por la mitad del libro y no me entero de nada, toda mi atención en la mujer a mi lado y ella no tiene idea alguna del anhelo que siento en el cuerpo en ese momento.

-Disculpa la molestia, ¿pero nos hemos visto alguna vez?-Le interrumpo ya sin aguantarme.

Su mirada marrón en mí, levanta un ceja, se saca los audífonos y:

-¿Qué?

-Que si nos conocemos-Insisto.

-No

-Ah

Volvió a su música, las notas trataron de escaparse de sus labios nuevamente y yo me puse a contar. El viaje era solo de una hora, pero se hizo eterno al lado de la mujer que amo y desconozco. Voy en el número mil y mil uno mientras deslizo mi mirada por sus piernas, envueltas en un jeans roto, magnífico panorama estoy armando en mi cerebro cuando su voz cantarina me frena.

-¿Podí dejar de mirarme?

No digo nada, ¿qué voy a decir?, aparto mis ojos avergonzado, pero ella se levanta molesta del asiento y ahí noto que no, que no había parado de verla, y enojado conmigo mismo y contra la musa de la memoria me lanzo en una sarta de garabatos internos contra el mundo.

“El primer amor nunca debería olvidarse” Gruño para mí mismo, y me alegro cuando el bus hace una vuelta brusca que hace inclinar mi cuerpo, significa que ya estamos por llegar y que no tengo que verle más la cara a esta. Una voz molesta nos avisa que descendamos, espero que ella baje, luego yo, puedo ver su espalda.

Ah, pero, ¿no tenía mi primer amor la piel morena?

¡Me había equivocado!

Debió ser la luz del vehículo. Me encojo de hombros, agarro con fuerza el bolso a mi brazo y camino hasta la salida, me quedo congelado por un segundo.

Era ella.

Su pelo largo de color negro, sus pómulos sobresalientes, su cadera estrecha, sus labios morados, me acerco a ella casi por inercia, tomo su mano, ella se asusta.

-¿Disculpa?-Me pregunta, con su voz chillona e inolvidable- ¿Nos conocemos?

Esperen un momento ¿No era mi primer amor de níveo tono de piel? ¿De labios color rosa? ¿De exuberantes pechos?

-Aquí yo solo veo brujería-Pronuncio, la desconocida quita con brusquedad su mano de la mía y se aleja a toda velocidad.

Suspiro, hace tanto tiempo que quiero encontrarme con mi primer amor, con su tez amarillenta y su boca anaranjada, sus rasgos orientales y su trasero pequeño, nunca he podido olvidar esa timidez que tenía cuando me besaba, casi tenía que tomarla de la mano a la fuerza, ni en público ni en privado me permitía tocarla, oh inocente criatura, ¿Dónde estás?

Era prima segunda de mi mamá y tenía un año menos que yo, se fue del colegio cuando yo venía llegando, nuestra relación duró un año y lloramos en la amarga despedida.

¿Cómo no pensar siempre en ella?

El primer amor nunca debería olvidarse, aunque con gusto escribiría un manual para lograrlo, pero soy malo escribiendo y tengo pésima memoria.

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