miércoles, 8 de julio de 2015

Se me olvidó el himno nacional

Nunca le voy a perdonar a este país de mierda que me haya obligado a dejar mi tierra.
Jamás. Lo maldigo todos los días por enseñarme las lucecitas de la ciudad; ¿no ven que yo era del maule?, hablaba cantaíto y vine un ratito a la capital a estudiar porque allá no se podían sacar cartones de las letras en español. Yo no quería conocer tanta gente bonita, ni enamorarme de los garabatos en el metro, ni quería tener nunca ganas de comerme el smog ni de sonreírle a la gente extraña para puro incomodarla PORQUE SOY MALA.
Yo no quería tener dos casas y elegir una, yo no quería acostumbrarme a tanto hueveo (al arriba-abajo, al izquierda-derecha, al hombre-mujer, al adentro-afuera, al orden-desorden) si yo no vivía en el campo-campo pero era rico caminar y llegar, masticar toda esa niebla con sabor a madera, a carbón nativo. ¡Ese era mi asunto!, yo no quería ni una de estas weás.
País de mierda, no me dejaste otra elección: por qué tenís que ser Santiago, por qué tenís que ser tan pero tan pero tan inepto que te quedas ahí estirado por tanto rato que se te olvida la cabeza y los pies. ¡ERES PURA GUATA CHILE! y me tienes bien aburrida, oye. Tu ponchera llena de flatulencias y filas infinitas, tan cómoda para poner la cabeza, tan abierta para recibir patadas, tan llena de mierda a medio procesar.
¡ME ENCANTA TU GUATA CHILE!
Y nunca te lo voy a perdonar, yo venía de ida y vuelta y tenía los pasajes comprados. Ahora hago llorar a mi mamá por tu culpa, porque le dije que se me perdieron los pasajes, que me casé, que tengo cuatro hijos (¿con quién chucha te vai a casar, si erís lesbiana?; ¿con quién chucha vai a tener hijos si con cuea te dejan caminar en la calle con la mansa cola que te gastai?; ¿quién te va a dejar adoptar un cabro si alguien lo sugirió y se lo forraron bien forrao frente a la moneda?; ¿de qué estai hablando weona?) para quedarme en este chiquero, donde conocí gente tan amorosa y donde me perdí mil veces y conocí mil rincones escuálidos y desamparados donde llorar tranquila, sin que a nadie le importe.
Yo era feliz siendo de región, sin tener nada que ver con este lugar, con este, con este ano del valle, con santiasco, CON CHILE. Yo era chilena de lejitos, en mi tierra sin cine ni jumbos ni ninguna de esas cuestiones tan de cuico sin caballos ni mediaslunas ni potreros; donde tenemos (allá) sin embargo, una fábrica de azúcar y cuando va a llover (allá) se sabe porque las gotas de agua  huelen a beterraga recocía, (allá) donde se les ocurrió vender hot dogs en carritos pero terminaron haciendo sopaipillas de todas formas, (allá) donde un chino es novedad, (allá) donde nos conocemos todos a la mala, (allá) donde te preguntan por el curao de tu papá en la calle y te da vergüenza. 
No es mi culpa, es este país de mierda, con su bandera gringa y sus flores invernales, sus animales extintos y esperanzas escuálidas; con su educación de mierda (no me sé muchos sinónimos de mierda) y su salud de mierda y sus políticos de mierda y su comida rica y mi gente bonita y esas bestias que se acostumbraron a los temblores y a los desastres y se ríen y se ríen y se ríen pero quieren llorar, pero qué vergüenza les da llorar.
A mi me da lo mismo llorar y decir que vivo en un país de mierda, en Santiago de Chile, que a veces me quiero quedar en este lado del culo de no sé quién, lejos de todo lo que conozco porque me encanta morir y me muero todos los días por el smog, por la micro, por viajar en el tiempo, por inventarme escusas, por leer las noticias, por ver la tele, por comprar una palta, por ir a la feria y salir con la casa, por llorar la familia, por pensar en los amigos pero no hacer absolutamente nada. La guata de Chile es cómoda y yo quiero volver al vientre de esta tierra y no pensar en nada, reírme no más, como todos.