me percaté que la ciudad estaba cubierta por una densa capa de humo. ¿En verano?, rara cuestión. Tampoco había escuchado la sirena aullante de los bomberos y mi cabello estaba libre de cenizas, decidí salir a caminar. Hacía calor y estaba transpirando, había un perro muerto en el pasto y me dio mucha pena, pero no hice nada; la ciudad estaba vacía.
Cuando volví a mi casa la puerta estaba abierta, en el patio estaban haciendo un asado, todos estaban comiendo carne pero ese día no jugaba Chile.
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