miércoles, 1 de octubre de 2014

Naturaleza muerta

Emprendió una búsqueda para encontrar la naturaleza muerta, algo eterno que inspirara su corazón para siempre, una llama que lo encendiera y lo consumiera hasta dejar un grabado que ocupara su lugar en el mundo de manera permanente. Algo así quea.
Pero nada de lo que le rodeaba estaba muerto, ni la tele con sus marionetas contentas, ni el árbol hecho repisa en su habitación; en la desesperación, pensó en matar, pero optó por visitar  un  cementerio  y  allí  no  vio  nada  muerto,  por  el  contrario:  sint los  gusanos retorcerse aun sin colocar su palma sobre el concreto frío y el rmol suave, los escuchó dando las gracias antes de ponerse a trabajar y comenzar a mordisquear la carne en estado de liberación. El resto del cuerpo son recuerdos y deseos que se quedan enrareciendo el aire, haciéndolo tétrico; el cementerio está lleno de vida y como si no fuera suficiente, las personas se pasean regularmente entre los nombres, dejando flores o, simplemente, una mirada.

Perdió la esperanza de su peculiar búsqueda pero no por mucho tiempo, la encontró con nombre y apellido; porque después de matar a su expareja, su mascota Flopi, al gato de la vecina y a cuatro vagabundos a los que le ofrec refugio durante las noches frías de invierno,  se enamoró de una niñita callada a la que le dedicó un bello mes entero; en donde repit y alabó su nombre hasta que resonó en toda superficie con la cual él tenía que ver, sus manos elevaron un trono de gracia y amor y ella presidió esa fiesta escuchando las oraciones  y votos de amor eterno y de dragones inocentes por vencer en un batalla absurda e imaginaria. Esparc flores frescas a sus pies y adornó su frente con guirnaldas de las fiestas patrias pasadas y con las coronas funerarias que pudo encontrar, mas, ella no se daba por satisfecha con esos homenajes, porque hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan y esas eran las que esperaba de él: porque el más hermoso adorno que podía darle era la piedad de   sus palabras, y la más bella corona que podía depositar a sus pies, eran virtudes que no tenía y tuvo que inventar en la marcha. Los lirios que ella pedía era la inocencia agonizante del corazón, y él se esforzó durante un largo mes consagrándose a su gloria, oh bella ninfa,  en hacerse un alma  pura y en conservarla sin manchas, en separar sus pensamientos, deseos y miradas aun cuando siempre estaba bajo la sombra del mal. La rosa cuyo brillo agrada a los ojos de esa mujer, es la claridad, el amor a la tierra y a sus hermanas el cielo y el agua. Él las ama a todas como si fueran miembros de la misma familia y procura perseguir a quienes las dañan, convirtiéndolos en sus obras de arte, un intento de naturaleza muerta nunca perfeccionada, todo para vivir en la dulzura de una concordia fraternal. En ese mes bendito, procuró cultivar su arte con más veracidad que nunca, pero con humildad en su corazón, modesta flor que a ella le es tan querida; la gente que lo frecuentaba podría decir que se estaba convirtiendo en un ser puro, humilde, caritativo, paciente y esperanzado, de hecho, eso le dijeron a los periodistas que fueron al barrio donde vivía luego que encontraron los cuerpos. Pero, ¡oh mujer!, hizo producir en el fondo de su corazón todas esas amables virtudes: estas brotaron, florecieron y dieron al fin frutos de gracia, y a fin de mes él fue digno de una epifanía tremenda y esos ojos inertes de amabilidad no pudieron sospechar lo que él interpre de sus manos extendidas y su sonrisa despreocupada. Él entendió que era a ella a quien buscaba, tan muerta y paralizada entre ese mar de partículas vivientes que le robó algo más que el aliento.


Y el amor es lo que importa, ¿verdad?.

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