Ella no le dio importancia, pero él no pudo dormir por un mes entero. Porque ella lo vió y sí, en parte era su culpa, había sido descuidado; pero ahora, en la situación que estaba, no podía preocuparse de culpables y códigos morales. Tenía que actuar.
Por eso se subió al mismo recorrido del transantiago de aquel fatídico día por una semana hasta que la encontró, le sacó una foto y google hizo el resto.
No importó su nombre, y menos la publicación en facebook que avisaba el pronto matrimonio, ¡no!. Todas las tiernas dedicatorias en el muro pudieron ser fácilemnte reemplazadas por amenzas de muerte de su parte, y sus apellidos eran leídos en su mente como los insultos más sonoros, más acuosos que te puedes imaginar.
La esperó a la salida de su trabajo, le entregó un ramo de flores, le invitó un café y cuando le ofreció un aventón hasta su casa ella ya estaba dormitando.
La mató mientras dormía.
Se lo merecía la maraca culiá, sapa de mierda, maldita voyerista, hija de maría la puta.
Por haberlo mirado mientras se sacaba los mocos.
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