Afuera del almacén, solo quedaban los restos del macabro procedimiento: sus cabezas habían sido deshojadas y sus cuellos doblados sin piedad; no se molestaron en enterrarlos, dejaron que los vecinos vieran la vergüenza de su naturaleza, inútil frente a los enemigos. Los humillaron de la forma más hermosa: dándoles permiso de volver a la tierra. Pero no querían pensar en sus verdugos como gente considerada, se quedaron callados y jugaron a ser víctimas totales.
Pero todo esto es un exageración.
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