lunes, 5 de mayo de 2014

Estaba desesperada

Takato Yamamoto.

Tan desesperada, que sin querer invocó al diablo, o algo así. Le preguntó si lo era y ella le dijo que sí, asumió que era una ella.Tenía lindas curvas y estaba desnuda.
El diablo le dijo que le concedería un deseo si le entregaba su alma al morir. La chica, desesperada desde su salida del útero, ni siquiera creía en la existencia del alma. Aceptó.

Pidió que hasta el día de su muerte, toda cosa que deseara se cumpliera. Y así fue, no quedó culpa ni duda, solo una sonrisa dulzona en el aire.

Había pasado más o menos una semana del acontecimiento, ya había satisfecho todo aquello que la agobiaba y hasta se consideró feliz. Decidió ir por los deseos más secundarios:

—Deseo saber tocar el piano
—Hecho—Le contestó esa voz melosa, a la que ya se había acostumbrado. Es muy fácil acostumbrarse a las cosas agradables, podrías decir.
—Bueno, y también quiero un piano—Añadió, a veces tenía que ser muy explícita.

Y el piano le cayó sobre la cabeza.
Y murió.
Y devoraron su alma tan rápido, que sintió más placer que dolor.

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