martes, 25 de marzo de 2014

Talento

Esa tipa no tenía idea de nada, siempre debía repetir los cursos y no parecía poseer algún talento oculto que valiera la pena o la alegría de su vida. Era una chica torpe, con una linda voz, eso sí; pero si hablamos de belleza, de inteligencia, de habilidades de cualquier tipo...carecía de ellas, incluso de la capacidad social. Eso pensaba él, que tenía que pasar la mayoría del tiempo con esa niñita porque a su novia, con la cual sí quería pasar las horas, encontraba en esta persona cierto encanto que la derretía de ternura y la había convertido en su mejor amiga.

Un día, cuando iban saliendo de este lugar al que iban a estudiar, una señora de muy avanzada edad les tapó el paso y llamó a Muriel, la niña del mal trío que le aguaba el tiempo con su novia. Intercambiaron abrazos apretados y besitos en las mejillas.

—Se acabó el tiempo, mi niña, ¿te divertiste estudiando como una niñita normal?
—¡No!—Respondió la otra con una sonrisota—Pero Bet es muy simpática.—La viejecilla les prestó atención a los que estaban tras "su niñita".
—Ah, entonces les daremos un regalo antes que nos vayamos.

Y Muriel asintió efusivamente.

Se quedaron en una plazoleta al frente del colegio por muchas horas, que fueron rellenadas con parloteos de las mujeres y palabras sin sentido del hombre que las acompañaba. La señora de edad no dijo una palabra hasta que fue muy de noche y las calles estaban anormalmente desiertas y por sobretodo, silenciosas.

—Muriel es el primer instrumento humano —Rompió el silencio la anciana, parándose del pasto y sacudiéndose la falda negra—Ven acá querida—Llamó a la aludida, con orgullo—¿Cómo creen que se toca a un ser humano?—Preguntó a la escasa audiencia, pero de respuesta obtuvo una carcajada del chico, obsena.—Estos weones—Masculló con rabia la mujer, sacó del bolsillo de su abrigo negro una batuta más fina de lo normal, una aguja larga. Con ella caminó hasta el muchacho y se la clavó sin ninguna premeditación en la garganta—Despreciable criatura—Susurró lentamente mientras retiraba el instrumendo de dirección, el joven solo alcanzó a mirarle con las cejas fruncidas. La otra chica gritó, pero la asesina se acercó rápidamente a Muriel y empezó a agitar la batuta frente a sus ojos.

De cada uno de sus poros parecía salir una melodía distinta, la que fuera su amiga dejó de prestarle atención al cuerpo inerte de su novio para centrar todos sus sentidos en disfrutar la sinfonía. Su cuerpo entero sufría tiritones de emoción y en su gargante de atropellaron diferentes emociones, sobresaliendo la euforia.
¿Qué sonaba? ¿El himno de la alegría quizás?
Tal vez, parecía que escuchaba lo que quería escuchar mientras los brazos delgados de la anciana se movían con agilidad y pasión; Muriel tenía la boca abierta y los ojos cerrados, parecía feliz, contenta, plena. Quiso sentirse así también, con ella. De pronto estaba a su lado.

—Usted es perfecta, señorita, con buen gusto y todo. ¿Por qué no viene con nosotras?—Le propuso la viejecilla cuando la música hubo cesado. Las tres estaban transpirando.
—¿Qué hay de Marcos?—Bet recordó a su novio con espanto, retrocediendo un paso. Miró hacia donde había estado sentada...¿unos segundos atrás?, pero allí no había nada ni nadie.
—¿Qué Marcos?—Muriel daba saltitos impacientes.
—En todo caso, ¿qué Marcos?—Repitió sin estar muy segura Bet, luego tomó la mano de su mejor amiga y caminaron al lado de la señora Anastasia hasta un auto alargado y plateado, que tenía un aire de carrosa.

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