jueves, 6 de febrero de 2014

Temporada de caza

No pueden tocar el suelo de la tierra, si lo hacen, se les caen las alas y a largo plazo mueren. Mueren como lo haría un ser humano, ah, la humillación.
No es que tengan algo contra los mortales, no, eso sería estúpido desde que los consideran hermanos menores; no, el problema, la humillación, no recide en otra cosa que en el hecho de que esta muerte podría ser memorable hasta la inmortalidad retribuida, o absurda hasta la risa...y ellos ya no tendrían la posibilidad de volver al paraíso, no es que los hombres, tanto machos como hembras, tengan mucha probabilidad tampoco.
Hubo tiempos en los que los ángeles volaban más cerca de la tierra, para cuidar y satisfacer cada oración y petición de los humanos, sin embargo, muchos se enamoraron, muchos quisieron capturarlos: a muchos les gustaba arrastrarlos hasta la tierra por diverción para verlos arder, en algunas zonas existía la caza de ángeles y les ofrecían el polvo de sus alas a los dioses locales, en otras partes guardaban sus cenizas como símbolo de buena suerte.
Los ángeles volaron más y más lejos de sus hermanos hasta que se olvidaron de su existencia.

Así fue como murió el dios occidental que los había creado, en el olvido. Una muerte absurda hasta la risa.

¿Y los ángeles?
Quién sabe.

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