Son cosas que pasan, inevitables hasta la médula; no fue culpa de nadie, y menos de cazavampiros o cosas por el estilo, cosas que seguro no te molestaría creer, cosas.
Quedaban tan pocos, tan pocos, que decidieron hacer una pijamada en la casa del supremo: un castillo roñoso que estaba por caerse, pero no era como si sus cuerpos pesaran más que una pluma, así que no había problema con que ellos fueran a pasar la noche allí, o la vida, o unas cuantas; y es que, ¿qué significa una vida?, si hasta los humanos suelen tirar una al vacío cuando se trata de beneficio común o el de unos pocos, miren a las pobres brujas y al hombre de las nieves.
En fin, el punto es que fueron e hicieron todas esas actividades vampíricas, como hablar del trasero de Justin Timberlake o cotillear sobre la última vez que probaron sangre humana, a pesar que la mayoría no lo hacía hace bastante tiempo; las calles habían estado algo peligrosas gracias a Bram Stoker y símiles, y últimamente, cierto grupo selecto de jovencitas insistía en colgar sus calzones ensangrentados en los tendederos o balcones, lo cual era ciertamente tentador pero
por qué.
El mundo se había convertido en un misterio a pesar de haber pasado buena parte de los siglos arriba de esa esfera tambaleante, además, les daba mucha pereza tratar de figurarse lo que pasaba por las cabezas de los hombres del siglo XXI.
Luego de parlotear un buen rato y jugar a que todos eran humanos, entreteniéndose haciendo malas imitaciones de ellos; decidieron que podían echarse un sueñito, al fin y al cabo, no podía ser una pijamada si no dormían un rato. Hacía tanto tiempo que no cerraban los ojos, que se les había olvidado cómo funcionaba el asunto: no los pudieron abrir nunca más, pero por algún motivo, tampoco se molestaron mucho con el tema.
Ni cuando el castillo se les cayó encima movieron un solo músculo.
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la foto es del genial Christopher Mckenney

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