miércoles, 20 de noviembre de 2013

Tercer ojo


En el mundo donde nunca sucede nada, un ángel se colgó de las barbas de los dioses y, en medio de un ataque de ira, los cuerpos celestes enviaron a todas las nubes y estrellas fugaces tras su cabeza.
En medio del apuro, la adrenalina y una hinchazón en sus alas plegadas, no halló mejor solución que esconderse en el vientre de un pescador aunque esa no era su intención; quería el ángel entrar en el vientre de alguna esposa o hija, pero no podía permitirse ser regodión en ese momento. 

Nueve meses había pasado acuclillado al interior del pescador cuando decidió salir, pero no le resultó tan fácil como lo esperaba: cuando trató de abrirse paso haciéndose invisible, liviano y luego nada, descubiró que no podía; que en su espalda ya no había alas y que en vez de manos tenía articulaciones de muñecas, o algo así, pequeñas e inservibles, al igual que el resto de su cuerpo. Un sonrojado hombre y una familia entera lo esperaban en el mundo cuando lo sacaron haciéndole un profundo tajo al pescador; también lo aguardaban un sinfin de....¿doctores? y, mucho después, un montón de cámaras. Al parecer no era costumbre que los hombres llevaran bebés en su interior, porque sí, una vez que le dieron una nalgada y lo envolvieron en mantas tibias notó que era un bebé.

Creció como si fuera uno más de la manada, tenía una hermana, un padre y una madre; tenía tres perros y dos botes pesqueros, tenía un casucha en una montaña, tenía un cielo sobre sus hombros: era tan feliz que se le olvidó que era un ángel, uno que había burlado a los dioses y que trataba de mantenerse prófugo de ellos.
Recordó quién era el día en que, mientras estaba en el colegio, entraron por la ventana de su sala dos figuras  con alas de algodón y una más atrás, dejando una estela dorada y melancólica luego de cada paso; le arrancaron la camisa del uniforme y con sus garras de águila rasparon el pellejo de su espalda hasta que encontraron el nacimiento de sus alas, y escarbaron en su memoria hasta dar con los resquicios de los recuerdos de su corazón. Lo arrastraron al patio en medio de súplicas y lágrimas de arrepentimiento, se hicieron los sordos mientras cavaban un agujero infinito para cocinarlo adentro, mientras le tejían una barba con la cual se pudiera ahorcar en caso que fuera lo suficientemente estúpido como para albergar una esperanza 
y luchar.

Todo esto aquí, en el mundo donde nunca sucede nada.



------
en la imagen se ve a Satanás cayendo del cielo, es de Gustave Doré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario