miércoles, 16 de octubre de 2013

El descubrimiento de la electricidad

Cuando Benjamin Fraanklin se tumbaba en el pasto para ver el inicio de una tormenta, o cuando se saltaba la cena para hacer breves anotaciones en una libretita que traía siempre a mano, nadie podía imaginar qué había detrás de tanta investigación. Le llamaban científico.
Pero vamos, era un político.
Y la política lo llevó a los rayos: porque un día maldiciendo a su dios se dio cuenta que lo necesitado por varios siglos de humanidad había estado siempre frente a sus ojos. Lo que él se proponía hace tiempo era exterminar, lo que según él y varios como él era una plaga, a las brujas; escapando por el mar de los cazadores a sueldo y de los pocos superticiosos y fanáticos que quedaban en Europa, las hechiceras habían visto un relámpago de esperanza en el nuevo mundo. No dudaron en hacerse pasar por prostitutas y abordar en los primeros barcos, yendo a parar a donde este se dirigiera siempre y cuando fuera tierra virgen de cristianos.
Pero los hijos de esa tierra fueron desapareciendo, fueron haciendo que desaparecieran; y en un abrir y cerrar de  ojos, estaban en una segunda Europa y con hombres como el tío Ben tras ellas en favor de las buenas costumbres y de un dios falso del cual ellas se reían y sentían pena.
Ben siempre fracasaba, las brujas se le esfumaban de entre las manos con trucos pirotécnicos o de seducción. Él era solo un hombre, pero la respuesta vino a él un día mirando el cielo, observando esos rayos, tan parecidos a los que les salían de los dedos a las hermosas y las no tan hermosas brujas.

Guiado por un impulso imbécil, o por la copa de vino que había bebido-ambas posibilidades son viables-pidió no muy amablemente a un niño que pasaba, que le prestara una cometa que resguardaba bajo el brazo del viento: ató en ella un elemento metálico y una llave cualquiera, la volvió a alzar mientras el joven se iba a su casa, mirando con ojos tristes el juguete que jamás volvería a ver.

Una rayo golpeó la cometa y al examinar con más detalle, notó la electricidad que se había acumulado en el metal. Sí, un descubrimeinto científico, pensó al decidir qué les diría a su gente cuando le preguntaran el propósito de los objetos científicos que en su mente cobraban forma. Cuando volvió a casa se encerró en su habitación con el propósito de esgrimir los implementos para llevar a cabo su brillante plan para exterminar de una vez a las brujas; día y noche en su cuarto, le dejaban la comida en el escritorio y parecía alimentarse  solo con su aroma, porque no comía nada, pero tampoco bajó de peso.

El niño del cometa lo iba a ver todos los días, y esto no es muy sabido, pero él fue quien lo mató. Con veneno, por el tiempo en quesu víctima había vuelto a comer y se repartía el día escribiendo en un cuaderno que ocultaba cuando alguien se le acercaba, y uno sin preocupaciones que él decía era su autobiografía. El veneno lo mató, el homicida no despertó sospechas sobre su persona.

Quería su cometa. Tomó el cuaderno que Benjamin siempre ocultaba y corrió, corrió con quince años en el cuerpo hasta su casa y le tocó a él encerrarse a leer. Y lo que leyó le sorprendió.

¡Brujas!

Se obsesionó con ellas, las veía y las buscaba por todas partes, con ansiedad, con el deseo de probar la teoría del ahora respetable Benjamin; sin embargo, no fue sino muchas generaciones después que su deseo fue concretado, cuando uno de sus tatara-quizás más que tatara-nieto, Thomas Alva Edison, le pasó una "lámpara incandescente" a una sospechosa de bruja; el foco se encendió hasta lo impensable en medio de los gritos de la bruja hasta que esta se hizo polvo. La luz duró encendida los años que le quedaban por vivir a la mujer. Puso en marcha el plan para usar a todas las brujas que estaban libres para dar luz a los más acomodados. Cuando se extinguieron las brujas tuvieron que pensar en una forma de hacer brillar las calles sin su poder, y empezaron a cazar otras criaturas mágicas, como a la inocencia.

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la ilustración le pertenece a Hans Baldung, "las brujas" en español.

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