—Qué linda peluca es la que llevas puesta hoy.
—¿Disculpa?
—Quiero decir...¿q-qué te hiciste en el pelo hoy?
—Tarada, es una peluca.
—Ah.
El tren se detiene en el andén.
—Lo siento.
Ya están al interior del vagón.
—¿Por qué?
Codos que codean, pies que patean espinillas, manos que buscan manos y se tropiezan con nalgas derretidas, con senos voluptuosos de hamburguesas y pollos desbordados de hormonas.
—Supe que tu novia no aparece aún.
—Estoy acostumbrada a que desaparezcan y no vuelvan hasta un par de horas.
—Oh
—Un par de semanas también es aceptable.
Recuerdos tormentosos. Sudor en las axilas y sobre los labios.
—Tranquila.
—Incluso si no vuelven jamás, también estoy acostumbrada a eso.
Respiración pesada. Pronto deberán abandonar el vagón.
—¡Eso es!, te arreglaste como ella hoy.
—No, es solo una peluca.
Peina con los dedos el cabello que cuelga bajo sus hombros. Usa peluca desde los seis, su madre le mantenía la cabeza afeitada y un día se la sumergió en agua hirviendo para mantenerla así. Su mamá está loca. Su mamá sigue viviendo en hospital para gente loca. A veces siente que le hierven el cerebro, se tiene que rascar la cabeza con fuerza. Se tiene que rascar con fuerza para sentir el cuero cabelludo y usar peluca.
—Lo siento.
Con todas sus novias era igual. Meses felices. Amor. Demasiado amor. Amor y lindas y largas cabelleras, y ella, con una calva grotesca. Hora de conseguir una peluca. Si se le arranca todo el cuero cabelludo a una persona se pueden hacer pelucas de mejor calidad. Novias con hermosas crines. Sangre. Sangre y amor a las seis y un cuarto, cuando suelen tomar el té. Novias que desaparecen y pelucas que aparecen en sus manos; frescas y suaves.
—Toca bajar.
Pasos que siguen a otros, pies que se arrastran tras un par de lindos tobillos, ahora no solo se le antoja una peluca, también quiere un nuevo par de tobillos.
—Ella fue muy estúpida al dejarte.
—Sí.
Corazón que palpita rápido, mente intuiciosa que adivina respuestas, mente que maquina y reconoce la sangre correr por un cuerpo ajeno; sangre que corre por la cerámica de su casa, sangre mezclándose con las manchas burdeo del pasado.
—La verdad es que siempre he sentido cosas por ti...¿sueno aprovechada?
—Para nada.
Brincos de alegría en medio de la multitud.
—Por cierto, ¿a dónde vamos?
—Por una peluca nueva.
la imagen es de Edgar Degas (que tiene muchas de mujeres bailando, desnudas o peinándose
No hay comentarios:
Publicar un comentario