martes, 6 de agosto de 2013

Destino.



Frente al amplio espejo delante de él pudo verse a sí mismo y su vida entera, corriendo con cautela y lentitud sobre la micro que suele conducir casi todo el día: recorrido E14 de La Florida en Santiago de Chile. Se ve a sí mismo mirando el frente sin ver realmente, se ve quejándose del dolor de espalda y de trasero, se ve mirando con intensidad el horizonte, esperando encontrar algo nuevo en él a pesar de que ha pasado por el mismo lugar todos los días en los últimos cinco años...Una vez desviaron ligeramente el recorrido, pero los constantes reclamos de los pasajeros provocados por la desorientación no dejaron que él disfrutara del paisaje nuevo y fresco frente a sus ojos. Se ve a sí mismo avanzado en línea recta, como si quisiera traspasar el espejo con máquina y todo, sin tener en cuenta que un impacto contra este podría destruír al, en apariencia, valioso objeto.
Lo sabía inútil, pero levantó una mano para tratar de prevenirse; podía oler la fatalidad que se aproximaba, pero algo en su interior lo impulsó a alzar su brazo de todas maneras, a mantener arriba, bien arriba, su extremidad derecha, sacándola por la ventana mientras lanzaba unos cuantos improperios a su propio reflejo.
Sin embargo, no sintió rabia cuando en vez de virar se sonrió a sí mismo, con cansancio. En realidad, no sintió nada; los pedazos de vidrios del parabrisa saltaron frente a él y vió a uno de sus pasajeros  arrastrándose por el suelo, escuchó entonces los lamentos tras él y notó el otro microbus a ninguna distancia de su parachoque. Un accidente se dijo. Se buscó al otro lado del espejo, pero parecía estar inconsciente, vió sangre y la bolsa inflarse tardíamente. Miró su volante y el hecho que aún pudiera hacerlo lo alarmó, vió llegar luces, vehículos rojos y verdes; observó cómo estos entraban al bus y comenzaban a sacar gente, pero nadie venía por sus pasajeros.

Ah, no era su reflejo.
Un hombre trató de moverlo del asiento pero cayó inerte, sintió pánico: no quiso ser el único de los dos que viviera. Tomó un gran trozo de vidrio y lo clavó contra su cuello.

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La imagen es "casa de cristal" de Rene Magritte.

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