A pesar del vagón atestado y apestado de gente, a pesar de la espesa cortina de olores confundidos y del aliento, eso esperaba, que se pegaba a las gafas, a pesar de las cabelleras oscuras que veía desde esa altura, su altura, a pesar de las portadas coloridas de los libros que llamaban su atención y lo distraían, a pesar de la buena música, a pesar de todo eso y todo lo que se te podría ocurrir, él la vio.
Tan fuerte, que sujetaba al pasamanos y no al revés, tan sublime y exquisita que la mente se le puso no en blanco, ni en negro, sino de un color que nunca había visto en su vida y que debió ser el nombre de ella, se le olvidó su lenguaje y el que había aprendido recientemente, y no los echó de menos mientras el corazón tosía y tosía sin detenerse, haciendo que el estómago se le revolviera hasta el hambre y los labios se le resquebrajaran hasta la sed de lluvia, solo de lluvia, y ella parecía algo así como una lágrima, ¡tan solitaria la lluvia!, un llanto sin forma ni talla que empapó su cerebro hasta ahogar lo racional y lo no tan racional, no quedó nada: castigo piadoso por compararla a ella (porque era una hembra, ¿verdad?) con una palabra tan inventada como "lluvia". Odió la lengua, y solo se volvió a acordar de las palabras cuando las puertas se abrieron y la gente pujó por escapar del estómago metálico del animal, como recién nacidos, algunos exhalaron con fuerza y confusión mientras el resto de la muchedumbre se resguardaba en un rincón aún caliente. La gente salió y salió por unas cuantas eternidades durante las que su cuerpo se inundó de una sensación que le hizo sentir más ligero, tan ligero, que flotó a través de la gente, aunque la gente no parecía pensar lo mismo, pues se quejaba y le insultaba a medida que avanzaba entre sus piernas o saltaba sobre sus cabezas con el mayor cuidado que se puede tener hacia los otros cuando se cree en el amor.
Cuando llegó hasta ella, a penas podía respirar y mucho menos pensar, y menos, mucho, mucho menos, recordar alguna frase o cumplido coherente.
-Es usted horrible, cuando le vi, apenas aguanté las ganas de vomitar-Se sintió tan orgulloso de decir unas cuantas palabras, que no comprendió la razón tras las palabrotas de una mujer sentada al lado de ella, ni los empujones de algunos pasajeros.
-¡Claro, estos extranjeros se creen con derecho a todo! ¡Hijos de puta!-Escupo.
Y él que la miraba a ella mientras le alejaban de sus mejillas rojas, y ella que aceptaba sus inmundos ojos vagando sobre su piel, solo esgrimió una suave interrogación en su boca, que él apenas podo identificar cuando ya estaba fuera del vagón.
Solo entonces entendió que, de alguna forma, había ofendido a algunas personas con su confesión amorosa, ¿es que había sido demasiada osada?, no recordaba nada indecoroso, ¿es que tienen algo contra el amor?, caminó sin comprender unos cuantos pasos, tratando de no borrar la instantánea de la memoria. Ya casi se le escapaba el aguijón por completo cuando un hechizo oportuno le tocó el hombro con fuerza, dio media vuelta con la intención de echar a la mala suerte, pero era ella la que estaba tras él, produciendo aire para respirar y distancia suficiente para perecer.
-Yo también lo amo.
-¡Cuanto horror!-Y se abrazó a esa figura sin forma ni medidas, o es que había olvidado el significado de las cosas.
O es que simplemente se había enamorado.
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