Chuang Tzu soñó que era una mariposa.
Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa
o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.
(Chuang Tzu)
¿Haz visto Pokémon alguna vez en tu vida?
No te juzgaré si no,¡miento!, diré que no tienes infancia y no me ablandaré cuando me cuentes la trágica historia de pobreza o algún otro drama que te impidió verlo, y si dices que no te gustaba, pues te golpeo-que mala soy-pero ese no es el tema: que si no lo haz visto al menos habrás notado ese personaje-Meowth-gato pero no gato, de color blanco con una moneda en la cabeza que hablaba a pesar de ser un pokémon, ya sabes, el que acompañaba a los malos-lo fueron por un tiempo-y si a parte de no tener infancia eres un ignorante, gogléalo.
El punto es que tengo un primo, que tiene un amigo, que tiene un amigo, que tiene un amigo, que tiene un amigo-sí, es ese tipo de historia-que un día tuvo la más brillante idea: enseñarle a su perro a hablar, porque si un pokémon podía-y solo-¿cómo no iba a poder enseñarle él a su perro?
¡Ese tipo ha de ser brillante!
Empezó hablándole bien cerca del oído y moviendo su mandíbula para que se soltara y pudiera modular, le ponía conversaciones entre gringos para aprender español fácilmente, se encerraba con su perro la mayor parte del tiempo sin parar de hablarle para que se acostumbrara. Con el tiempo y como un bebé, por muecas que resultaban un tanto horrendas, indicaba que entendía por medio de sonrisas, lagrimeos y balbuceos que se confundían con gemidos y jadeos; luego vinieron las palabras fáciles y que seguramente a él-perro-le resultaban más conocidas (hueso, comida, pelota, amigo). Los profesores se olvidaron de él y recomendaron a su madre que lo llevara al neurólogo, pero a ella no le importaba si iba al colegio o si decidía entrenar a un perro parlante, a ella no le importaba nada y la única molestia que tuvo que soportar el niño fueron las pausas para ir a comer y las burlas que le esperaban en facebook al final del día por parte de sus compañeros.
Estaba perdiendo ya la esperanza y comenzaba a sentirse un poco tonto cuando por fin llegó el día, él perro ya podía llevar una conversación profunda y llena de términos que él no terminaba por comprender-pues no había vivido tanto-y fue más allá, se sentaba, comía, reía y hasta escribía como un humano. Su familia lo aceptó como si siempre hubiera sido de esa manera, llegando a tratarlo con la misma cordialidad que a él mas nada volvió a ser lo mismo.
La parte fantástica de la historia, que suelen contar en los campamentos, es que él perro comenzó a ir la escuela mientras que a el le prohibían ver la televisión y le daban una comida seca, cruda y maloliente con un tazón de agua sucia en el suelo, no le permitían sentarse en los sillones y su nuevo baño pasó a ser un trozo de periódico que ubicaban en el patio, al lado de la cocina, donde todos podían verlo.
Él no supo explicarse el comportamiento de sus familiares que estaban reemplazándolo lentamente, y sin ningún problema, por lo que era-o más bien, había sido-su mascota y cada vez que exigía una explicación lo miraban con sorna o con enfado dependiendo de la situación en la que decidiera reclamar.
Resultaba que, de alguna manera, él se había convertido en perro. O él perro en humano.
¡Totalmente posible!
O eso creo yo, pero mi primo dice que el amigo, de su amigo, de su amigo, de su amigo siempre fue un chico extraño, solo que ahora solía ladrar en medio de las clases (y que lo hacía apropósito pues disfrutaba de la fama legendaria). A veces, después del colegio, se junta un grupo de seis personas-y aveces más-y van a la casa de Camilo a ver su extraña mascota, un perro que camina en dos patas y saluda amablemente mientras invita a entrar en su hogar. Camilo no les presta atención a los visitantes mientras ellos escuchan divertidos las extrañas historias que cuenta el perro, como que el Camilo que creían ver es un impostor y que cómo son tan tontos como para no notar que es en realidad un animal.
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