corté el queque con una cuchara de té, y como no era suficiente, le eché palta y manjar.
Palta y manjar al mismo tiempo,
y me hice un agua y la revolví con la misma cuchara y mastiqué sin pensar en nada más que en la receta del queque de vainilla con manzana y pasas, y aunque odio las pasas me las comí igual; con la palta y el manjar,
palta y manjar al mismo tiempo.
Cuando volví a la cuerpa, me lo había comido todo: el queque, la palta, el manjar, el pan con mantequilla, los tallarines del almuerzo, la lechuga sin lavar,
las babosas que se subían al mueble de la cocina.