miércoles, 21 de mayo de 2014

Juan e Isabel

 

Habían estado juntos toda sus vidas, incluso desde pequeños, sus madres hablaban de su boda. Tal vez fue su culpa. Sin embargo, todo fue muy extraño porque estaban tan seguros de amarse: era lo correcto y visible a cualquiera que los conociese, incluso tenían gustos similares y habían terminado estudiando lo mismo en el mismo lugar, aunque nada de ello estuviera en sus planes fueron muy felices.

He ahí la razón de su aturdimiento cuando él le dijo, enojado, susurrando apenas:

—¿No me amas?

Cuando era lo único que tenía por seguro en esa vida. No dudó en tomar medidas drásticas para pelear contra esas palabras mentirosas, para que el equilibrio de la vida de ambos pudiera sobrevivir a la inundación de todas las lágrimas que derramó después de escuchar esa frase de sus labios.

Corrió y bajó y siguió bajando, tropezando entre las gentes, dejando su bolso atrás. Llegó hasta el subterráneo y un tren ya se ponía en marcha. No lo dudó un segundo: saltó.

Él llegó a su casa, arrepentido de sus palabras, y ella estaba ahí en su cuarto. Se besaron y reconciliaron. Luego, su madre entró llorando a su habitación y le dijo que Isabel había muerto, que se había lanzado a las vías del tren; él le dijo que era una mala broma y esperó a que notara que supuesta muerta estaba ahí con él para que desistiera de sus palabras, pero ella lloró con más fuerza, le abrazó y le dijo que todo estaría bien. Salió sin dejar de sollozar.

Entonces Isabel le explicó, que sí se había suicidado, para demostrarle que lo amaba tanto que dejaba todo atrás con tal de estar así a su lado para siempre, siempre. Que así nadie más la vería ni le hablaría, que sería perfecto porque era a él al único que amaba.

Entonces Juan se volvió loco, porque Isabel lo seguía tras cada uno de sus respiros y a veces hasta entraba en su cuerpo, para estar más juntos aún. Le explicaba a la gente su pesar y todos se rieron de él, lo trataron de loco o le tuvieron lástima infinita. Tuvo que dejar la ciudad, la universidad y la familia, se fue a vivir a una montaña donde podía gritar a Isabel que era una puta y que lo dejara en paz, que eso no era amor y que lo estaba torturando. Ella solo se reía con deleite, y cada vez que él quería lanzarse al río, o acercaba un cuchillo a su propia garanta, ella tomaba posesión de sus brazos y piernas hasta que estaba convencida que ya no haría nada.

No había sitio donde esconderse, ni si quiera en su propia mente; no había dónde huir, y no podía acudir a la muerte; todos los días, todas las noches, era capaz de ver esa sonrisa fantasmal a través de sus párados; sus labios sabían a hielo y no había posibilidad de rechazarlos; ella le decía que estarían juntos para siempre, y él lanzaba un grito que nadie escuchaba.

Definitivamente era amor.


------------
*estoy aburrida que mi profesor de gramática use a "Juan e Isabel" como ejemplos en todas las malditas oraciones aaaah.
**el arte es de teamnight

No hay comentarios:

Publicar un comentario