Nadie conoce el tipo de peligros que pasamos nosotros mientras ellos se dejan llevar por el dulce sueño.
Nadie, conoce ni se molesta en imaginar nuestra labor, tan esencial en el mundo, nuestro mundo, el que salvamos todas las noches. Claro, a nadie le importa el universo diminuto, y sin embargo infinito, de un oso de peluche.
¿De verdad nadie se da cuenta de las épicas batallas que se dan dentro de la habitación de sus hijos? Cuando el niño grita “El cuco, el cuco” y llega llorando a la cama de sus padres y se adentra entre las mantas y se queda profundamente dormido después que ellos le prometen que tal cosa no existe y que solo fue un horrible sueño, ¿tienen idea de lo que sucede en el cuarto de ese pequeño?. ¡Que útiles pueden llegar a ser los padres en esos casos! Si estás peleando contra el cuco y tratas de alejar sus garras de tu amo y rozas ligeramente su mejilla y este despierta sorprendido, buscando un hada o alguna ninfa infantil pero te encuentra a ti fatigado, y él sale corriendo en busca de ayuda y los padres no lo dejan volver al cuarto y son lo suficientemente confiados como para no creerle a su mente somnolienta y no lo dejan volver a su cama sin importar cuanto empeño le ponga en eso, entonces yo puedo terminar la batalla diaria. Someto al coco y el vuelve bajo la cama en medio de gemidos, maldiciones y promesas para mañana que seguramente se cumplirán.
Pero no hay peligro, que mientras esa inocencia dure en su cuerpo yo tendré la fuerza suficiente para levantar la espada contra los demonios más grandes y aterradores, para silenciar las pesadillas más espantosas, para arrullar las incertidumbres más efímeras y pasajeras.
Así, el día en que me encuentren roto, sin ninguna explicación más que un descuido del perro o de mi amo, yo sabré que nada ha sido en vano, que cuando sea arrojado a la basura o remendado para ser vendido al mismo precio de una verdura, yo sabré que nada ha sido en vano, para que cuando se me caiga el polvo de los botones, al ver que el amo adopta a otro guardián, yo sabré que nada ha sido en vano, que cuando él ya esté grande, y no necesite de nadie para hacer huir al coco con una sola mirada, yo sabré que nada ha sido en vano y lo sonreiré a mi destino.
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