Despiertas, tu habitación huele a manzanas, te levantas, te miras al espejo, no está tan mal, no tienes para qué bañarte, puedes dormir media hora más, veinte minutos más, diez minutos más, cinco minutos más, no dormiste nada, pudiste haberte bañado, ¿qué importa?, te levantas, te pasas las manos por los ojos, tratas de recordar lo que soñaste anoche, no recuerdas nada, ¿qué importa?, miras el suelo sin ver el suelo, aún está oscuro, ¿y si duermes diez minutos más?, sí, no, sí, no, mejor no, ya pasaron los diez minutos, el empalagoso olor a manzana viene de las que reposan sobre el velador, ¿dos? ¿tres? ¿cuatro? ¿pez? ¿qué importa?, más importante es la ropa, sucia, apilándose en el rincón de tu habitación, ¿qué te pondrás hoy?, te alejas con pesar de la cama y eres un titán sosteniendo el mundo, se te doblan las rodillas y no quieres levantarte, no, no realmente, pero has faltado mucho a clases y ya abriste el ropero, pero no hay nada, porque toda tu ropa está sucia en el rincón de tu habitación, arrugas el rostro, te resignas a ponerte algo de eso, de tu ropa que está sucia, acumulándose en un rincón de tu habitación, eliges una polera, la menos sucia, no le sientes ningún olor, solo manzanas, el olor empalagoso de las manzanas, dos, tres o cuatro, sobre tu velador, ¿qué importa?, te deslizas en la polera negra, unos pantalones tirados en el piso, te acuestas en la cama, ¿por qué la tierra es muerte?, en la cama para que el botón cierre y el cierre suba, respiras, o casi, ¿y si duermes diez minutos más?, cierras los ojos, el olor de las manzanas, dos, tres o cuatro, pudriéndose sobre el velador, que dulce huele, te levantas, suspiras, si faltas un día más no pasará nada, pero justo hoy hay exámen, nice, Jesús Cristo es como un humano, pero no es humano, un gemido de tortura, te agachas, la zapatilla izquierda, ¿dónde está la derecha?, estiras lo que más puedes tu mano, no quieres buscar bajo la cama, estiras más y más tu mano estirada, bien estirada, y de alguna manera, te estiraste tanto que ya estás en el suelo, aún está oscuro y no quieres la luz y la buscas a tientas, a la compañera de tu zapatilla izquierda, no está, no, la había dejado sobre la cama, que tonta, te levantas, las manzanas, dos, tres, cuatro, pidiendo la atención de tu nariz, tan dulce, las zapatillas ya están puestas, sales de tu habitación, donde la ropa sucia se acumula en un rincón, ahora el pasillo largo, un poco más claro, te persigue el olor de las manzanas, dos , tres o cuatro, pudriéndose sobre el velador, en tu cuarto oscuro, donde se acumula tu ropa sucia en un rincón, el baño al paso, la cara, ojeras, ojeras del tamaño de las tres de la mañana, te lavas la cara, ¿qué importa?, te bajas los pantalones y los calzones, te sientas en la tasa de baño, orinas, cierras los ojos un momento, tenías muchas ganas, te limpias, te paras, te subes los pantalones, te lavas las manos, tu rostro ojeroso, ojeras del tamaño de las tres de la mañana, las tres mañana de tu cuarto oscuro, donde se acumula la ropa sucia en un rincón, ¿el jabón es de manzana?, sales, ah mierda, ya es tarde, rápido, la mochila, con lo que sea que tenga adentro, la mochila en tu cuarto oscuro, donde en un rincón se acumula la ropa sucia, donde crías ojeras del tamaño de las tres de la mañana, donde entierras manzanas en el velador de noche, junto a las lecturas inconclusas.
Tu cuarto huele dulce, a dulces manzanas-mierda, llego tarde-podridas, te lanzas sobre la cocina, en la cocina solo hay manzanas, y te cuesta diferenciar las plásticas de las reales-mierda, llego tarde-tomas varias, por cualquier cosa, las acorralas entre tus brazos y las condenas a la oscuridad de tu mochila, como el cuarto oscuro en donde se apila la ropa sucia, donde cultivas ojeras del tamaño de las tres de la mañana, donde sepultas manzanas en el velador junto a los autores fallecidos, tu cuarto que huele al dulce-mierda , estoy llegando tarde-dulce olor de las manzanas en descomposición-mierda-gritas-adiós, te quiero, cuídate, nos vemos, adiós-y te responden a penas desde el sueño, no importa, no haz comido nada, te morirás de hambre, tomas una manzana, ¿de donde salen tantas manzanas?, ¿importa?, elijes una que está a punto de precipitarse de su nido, la muerdes, auch, es plástica-¡a la mierda, llego tarde!-te pesa la mochila, ¿cuántas manzanas echaste?, un vistazo rápido al reloj, deberías llegar en diez minutos, da lo mismo, ya llegaste tarde, sales de la casa, hace un poco de frío pero después hará calor y luego frío otra vez, da lo mismo qué te pongas, caminas por el pasaje, no se ve ni un alma, como si pudieras ver almas, caminas, te alejas de la casa llena de manzanas, ¿quién compra esas manzanas en todo caso?, caminas y sigues caminando, el paradero está vacío, podrías caminar hasta el metro, ya sabes, vida saludable, pero no, la micro se tardará un demonio, llegarás tarde y te mirarán dispuestos a juzgar, pero esperarás, porque odias caminar, miras la calle desde lo lejano, la casa rojo colonial, como las manzanas artificiales, inmortales entre las que se pudren en su propio nido en la cocina, como las de tu cuarto oscuro, donde se acumula la ropa sucia en un rincón, donde se cultivan ojeras del tamaño de las tres de la mañana.
El tiempo pasa lento, y te desesperas, odias el tiempo, las clases, los exámenes y caminar, pero allá viene la micro, en el fondo de la alfombra de concreto, pesada como un ancla, empachada de personas que seguramente están pensando en lo mismo que tú, las manzanas se están pudriendo en su propio nido en la cocina, sin que nadie las mire, se están pudriendo en la penumbra de tu cuarto, con los alegres epígrafes sobre sus tumbas, sobre el velador de tu cuarto, tu cuarto donde se acumula la ropa sucia en un rincón, donde se crían ojeras del tamaño de las tres de la mañana para alegrar al mundo y para aterrorizarlo. No, ellos no están en tus zapatos, ellos no son nosotras, pero allí viene la micro, triunfal, alegre y empachada, se va deteniendo progresivamente hasta saludarte con un chirrido agudo que a un animal cualquiera lo hubiera hecho estremecer, pero el ser humano es un animal extraño, creando cosas como las micros, creando cosas para rellenarlas de su esencia, ávida de intimidad, el sueño de sentirse activo en un universo que no debimos haber descubierto, te subes a la micro y te zambulles en ese mar de gente, y huyes de sus miradas porque los has visto tantas veces que estarías obligada a saludarlos, te mueves como puedes para sacar de tu mochila el par de audífonos, el celular, la música basura que escuchas es este tipo de situaciones, te miran molestos, ¿importa?, en la mochila hay como dos, tres, cuatro, pez, cinco o más manzanas y una o dos o tres o cuatro o pez o cinco o seis se están descomponiendo, cuando salgas de ese manicomio las botarás, antes que tus cuadernos se llenen de hongos, pero allí no hay cuadernos, solo manzanas y su dulce olor a descomposición, como el de la cocina, como el de tu cuarto oscuro, donde se acumula la ropa sucia en un rincón y se cultivan ojeras del tamaño de las tres de la mañana, sacas los audífonos, dejas la mochila entre tus piernas, suena la música, pero no le prestas atención a la música, solo la tienes ahí para que llene tus pensamientos, para que los posea y los sodomice, porque otra cosa que odias es pensar, pensar en las manzanas que se descomponen en tu mochila, en su propio nido en la cocina, en tu cuarto oscuro donde se acumula la ropa sucia en un rincón y se cultivan ojeras del tamaño de las tres de la mañana. Toda la multitud se agita, es hora de bajar, la micro para, ella también lo ha sentido, la gente tiene que bajar, y baja rápidamente, los más audaces corren a la estación para asegurar su puesto en el vientre del segundo animal más usado en la capital de los sanos: el metro, y pues, a ti ya te da lo mismo llegar tarde y caminas al compás de una canción que escuchaste el otro día en algún lugar, ya no piensas en las manzanas, espera, ahora sí estás pensando en ellas, y respirando el dulce aroma que despide su inminente muerte, pero hace un momento no estabas pensando en ellas, no quieres pensar en cada una de las manzanas que se pudren en tu cuarto oscuro donde se acumula la ropa sucia en un rincón y se cultivan ojeras del tamaño de las tres de la mañana mientras te conviertes en una partícula del torbellino mayúsculo, evolución de una pequeña ronda de personas en el andén del transporte, cuidado, detrás de la línea amarilla, tarjeta, torniquete, escaleras, las escaleras, andén, gente, manos, piernas, cabezas, penes y vaginas, manzanas podridas, te unes a ellos con desgano, pero con resignación, humanos que empujan humanos, humanos que se enjaulan con otros, brazos que se rozan con más brazos sin ninguna intensión amorosa, tal vez sí, a veces sí, entras a un vagón y el calor de las personas te envuelve, te suma, te resta, amplifica el olor de las manzanas, tu champú de manzanas, el jabón de manzanas, el perfume de manzanas, todo en ti huele a manzanas, como las de tu mochila, como las de la cocina o las de tu cuarto oscuro, donde se apila la ropa sucia en un rincón y cultivas ojeras del tamaño de las tres de la mañana, donde sepultas manzanas junto a escritores célebres que no te gustaron. Dejas que el olor te envuelva, más todavía, está bien, todo estará bien, llegarás veinte minutos más tarde, no importa, las personas están reclamando por más espacio, se miran unos a otros como perros defendiendo su territorio, a pesar que se encuentran en tierra de nadie, te dejas llevar, porque todos van al mismo lugar, te concentras en el aroma de las manzanas, en la notas inseguras del pop y de pronto ya estás frente a la sala que te corresponde, el examen ya debió empezar hace mucho tiempo, entras con la cara roja de vergüenza, que no, que no te dejarán dar el examen, que por favor, un poco de misericordia, que bueno, te sientas en el primer banco y te queda media hora para responder la prueba de cuatro páginas.
Vuelves a casa, la vuelta siempre es rápida e indolora, porque todos viajan rápidos y sin prestar atención a nada, hoy solo tenías el exámen, por eso vuelves a casa, y tienes hambre, te agachas un poco para buscar tu mochila, ¡la dicha de ir sentada en la micro!, sacas una manzana, la muerdes sin pensar y luego escupes escandalizando a tu compañero de aventuras, hoy un niño de 15 años, la manzana se resbala de tus manos en pedazos, está totalmente podrida, podrida como las manzanas ejecutadas en su propio nido en la cocina y como las sepultadas en tu cuarto oscuro, en el cuarto donde se acumula la ropa en un rincón y se cultivan ojeras del tamaño de las tres de la mañana, las manzanas siendo devoradas por los mismos gusanos que degustaron la carne de los autores que dejaste de leer, los dejaste, los dejaste esperando sobre el mismo velador donde dejaste morir lentamente las manzanas, miras la que acaba de desvanecerse entre tus dedos, te refugias entre tus hombros, sacas otra de la mochila, también está podrida, y otra, que también ha sido vencida por la vida, y otra, que a penas se puede su esqueleto, y otra que tu compañero mira perplejo y así van dos, tres, cuatro, cinco, pez, o una o dos o tres o cuatro o cinco o pez, ¿no va más lento esta chatarra?, gritas desde tu lugar que se detenga-¡acá!- y bajas olvidando tu mochila aunque ya está libre de manzanas podridas, podridas como las de tu cuarto donde no llega el sol y la suciedad se sube por un rincón de las murallas, podridas como las que se han devorado las hormigas y los días en la cocina, ¿por qué tienes tanta prisa?, una cuadra antes te bajas, y haces todo lo que odias: pensar, correr, pensar, correr, tocar gente que seguramente a tocado otra gente y seguir pensando y seguir corriendo, pensando a toda velocidad por la acera, corriendo preocupadamente en las manzanas, en las manzanas y en su olor, dulce, que inunda tu hogar, donde está tu cuarto oscuro donde se acumula la ropa en un rincón y se cultivan ojeras del tamaño de las tres de la mañana, donde está la cocina y su nido asesino, el olor dulce de las manzanas podridas que se parece tanto a la muerte, ¿muerte?, ¿dónde haz olido la muerte?, llegas a la casa rojo colonial, abres la reja, está abierta, ¿qué?, entras, la puerta, está abierta, ¿qué?, los latidos con fuerza tras tus oídos, no, es un sonido, una sirena, de esas de mentira que se amarran en el techo de la ambulancias como un flamante trofeo, ¿una ambulancia?, y una camilla que sale, casi flotando, del interior y al interior de la camilla hay un cuerpo, parece haber un cuerpo, ¿pero por qué cubren el cuerpo con ese velo negro?, está muerta, ¿hace cuánto está muerta?, hace muchos días, sale más gente, te llamamos, nos haremos cargo, descansa-¡que descanse!- entras a la casa, la sirena se marcha en silencio, tu hogar está perfumado con la fragancia de la manzanas podridas y su muerte en flor, muertas, las manzanas están muertas como aquella que solía comprártelas, ¿cuándo dejó de comprártelas?, ah, huele a manzanas, caminas por tu hogar aunque al instante deja de sentirse como uno y tus pies embusteros te llevan a tu cuarto, tu cuarto oscuro donde se acumula la ropa en un rincón y cultivas ojeras del tamaño de las tres de la mañana, donde sueles sepultar las manzanas que no comes, los libros que no lees y todos los sueños abortados sobre un sucio velador.
Abres las cortinas, hay manzanas, libros sin leer y sueños vagabundos por todo el cuarto, que ya no está oscuro, pero donde sigue arremolinándose el aroma de las manzanas podridas y de la noche, cuando sueles cultivar ojeras del tamaño de las tres de la mañana y llorar, solo en un rincón se acumula la ropa sucia y es, el rincón más limpio, te inclinas a ordenar un poco tu desastre pero nunca terminarás de recoger todas esas manzanas cortadas, podridas, mutiladas, tantas cosas por hacer, como decir "te amo", cómo decir "te amo", ella ya está muerta, la oportunidad está podrida, como las manzanas que inundan tu cuarto, que una vez fue oscuro, pero donde todavía se acumula la ropa sucia en un rincón limpio, donde hay un velador donde se sepultan las manzanas sin tocar, los sueños sin soñar, los libros sin leer, los mundos donde sí haces lo que piensas, donde no esperas respuestas, donde tomas la manzana que te ofrecen o que cultivas y te la comes.
C: Esto estaba pudriéndose desde hace mucho tiempo en mi computador sin terminar. Es una especie de homenaje a algo que leí hace mucho tiempo, tiene incluso el mismo título, si esa persona se pasea alguna vez por acá y lo descubre, por favor, que me avise ;) si alguien quiere adivinar también es bienvenido.
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